Las emociones

Todas las personas hemos oído hablar muchas veces de las emociones. Pero a veces no sabemos poner nombre a lo que sentimos, no entendemos su utilidad ni sabemos cómo hacer para regularlas. A pesar de que las emociones están presentes en cada momento de nuestra vida, son unas grandes desconocidas que a veces nos molestan e incomodan, que aparecen cuando menos nos apetece y que parece que es mejor no mostrar ni expresar.

Cada día, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, vamos atravesando distintos estados emocionales que influyen en nuestro funcionamiento cotidiano. Algunas de estas emociones son agradables, sin embargo, otras nos generan malestar. Unas serán breves y otras durarán un poco más, algunas serán intensas, otras serán casi imperceptibles, unas veces aparecerán en solitario y otras veces se mezclarán unas con otras, algunas serán muy frecuentes otras apareceran de manera esporádica.

En los últimos tiempos, parece predominar una corriente positiva, que persigue sentir solo aquellas emociones consideradas como positivas o agradables. Este positivismo inunda muchas revistas, libros de autoayuda, está presente en internet y en las redes sociales. Desde esa perspectiva, se podría llegar a la conclusión equivocada de que uno puede elegir sentir solo emociones positivas, de que querer es poder, de que las emociones desagradables no hay que mostrarlas y que son un signo de debilidad. Existe al mismo tiempo una tendencia a patologizar las emociones desagradables, a medicar para no sentir. Pero qué pasa ¿si yo me siento triste y no consigo salir de mi tristeza? ¿Si tengo momentos en los que siento miedo? ¿Si no tengo herramientas para gestionar el estrés? Si creo que solo puedo darme permiso para sentir aquellas emociones que son positivas, podría caer en el error de tratar de eliminar y ocultar las emociones desagradables que pueda sentir. Digo error porque no podemos evitar las emociones que sentimos, y por lo tanto, luchar por no sentirlas, es una batalla perdida que conlleva un gran esfuerzo y desgaste.

Como ya afirmó Sigmund Freud “Las emociones no expresadas nunca mueren. Son enterradas vivas y salen más tarde en formas más feas”. Si tratamos de hundir y lastrar en el fondo las emociones que nos resultan desagradables o incómodas, éstas buscarán su manera de salir a la superficie y cuando lo hagan podrán manifestarse en bloqueos, somatizaciones o enfermedades psicosomáticas.

TODAS NUESTRAS EMOCIONES SON VÁLIDAS Y NECESARIAS. Son fenómenos universales, importantes para nuestra adaptación y equilibrio psicológico. Las emociones aparecen para ayudarnos a gestionar aquello que estamos viviendo, nos van a dar pistas de nuestras necesidades y de aquellos mecanismos que podemos poner en marcha para ayudarnos.

Por lo tanto, las emociones no son sinónimo de patología sino de normalidad, es en todo caso, la manera de gestionar las emociones la que puede ser o no adaptativa.

Es por esto, que saber identificar y poner nombre a nuestras emociones es un paso fundamental para saber interpretarlas y poder regularlas de la manera adecuada. Muchas personas encuentran dificultades para poner nombre a lo que sienten, y muchas personas aún sabiendo identificarlas no conocen su significado y no pueden interpretarlas de manera adecuada.

Comprender las emociones nos ayuda a conocernos mejor, afrontar mejor las dificultades, así como a relacionarnos y comunicarnos mejor en nuestras relaciones interpersonales.

Por este motivo, voy a tratar a lo largo de los siguientes post de mi blog de presentaros algunas de las emociones más frecuentes y su significado.

Las emociones

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